Guía Sibaris

Con gran alegría y entusiasmo, vimos llegar a miles de visitantes a la Parroquia del Señor de la Resurrección; ¿el motivo? La Feria de la Gordita, y no demeritemos o despreciemos a una celebración de éste tipo, ya que la gorda o memela, es uno de esos platos antiguos y tradicionales de Puebla, de México. El maíz es la base de la sencilla receta, que ya se comía como tal, desde esos tiempos precolombinos, sólo se le añadió el queso, con la llegada de los europeos, pero como tal, el plato de la memela, es una rica costumbre que sigue arraigada a nuestra época, sin caer en esos tópicos de modernismo y entrarle a las fusiones.

La Junta auxiliar de la Resurrección está a pocos minutos de la capital poblana y desde hace 6 años instauro esta celebración, mezcla de gastronomía con idiosincrasia religiosa, ya que es un agradecimiento al santo patrono del lugar, que es homónimo al nombre de la población. Al tercer día del domingo de resurrección, es decir al miércoles próximo, es como se festeja este tributo culinario y de Fé.

También hay que reconocer que como medida o atractivo económico, es una idea sobresaliente, ya que y a pesar de que solo se cobra el refresco (en 10 pesos), es tanta la afluencia de visitantes curiosos y con antojo, que si echamos números, es bastante redituable el negocio; claro que se puede decir que salen tablas, por la inversión en materia prima que tiene que donar el mayordomo de ese día, en éste caso, Don Rodolfo y su familia. Los cuales estuvieron con bastante trabajo, apoyando a cerca de 50 mujeres o gorderas, quienes con gusto, asisten a donar su trabajo y habilidades. Todas ellas estuvieron al pie del cañón, esforzándose por sacar todos los pedidos que se hacían, y literal, sudando la gota gorda; pero al igual, se veían contentas, alegres cuando nos acercábamos a tomarles fotos y grabar sus técnicas en el comal.

Alrededor de la Parroquia, también hubo festejo y romería, ya que se instalaron todo tipo de artesanos y vendedores, y un elemento de esa región no podía faltar, el pulque, que en diversas garrafas o trastos, eran ofrecidos por sus tlachiqueros y mujeres, haciendo las delicias de los sedientos asistentes.  Dentro del patio de la parroquia, el festejo no paraba, habiendo distintos bailes, tradicionales en sus ropas y melodías, así como los populares mariachis, que pusieron ese toque típico y alegrar a todos los comensales. Para finalizar y como dato curioso, para entrar a esta Feria, tuvimos que pasar por el interior de la iglesia, donde se observaba el magnífico trabajo de los creyentes, ya que adornaron las diversas figuras sagradas, de manera vistosa y con sus habituales ofrendas, compitiendo en belleza.

Agradecemos las facilidades de los pobladores, significativamente la de las cocineras, que deben y quiero pensar que así las catalogan, como tradicionales, ya que en esa sencillez, como persona y profesional del comal, han preservado este sabor de Puebla. A su vez, extendemos los agradecimientos y parabienes, para todos los integrantes que cuidaban y asesoraban dentro del templo. Ahora resta esperar el próximo año e ir de nuevo a degustar la cultura y costumbres de estos pueblos de Puebla.

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