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Vinos de la Tracia, vinos turcos

Categoría: Sibaris Wine Sibaris Wine Fecha: hace 1 año 7,553

El mar Egeo, baña una región que es compartida por tres países que han tenido sus grandes diferencias sociales y políticas; Bulgaria, Grecia y Turquía. Pero si hay algo que los une y comparten, es su pasión milenaria por los vinos. Y es en esa zona, Tracia, donde más abundan las villas vinícolas. Y son las fincas turcas las que nos ocupan ahora.

Turquía tiene una larga relación con el vino, ya las diferentes civilizaciones que allí florecieron, tuvieron la buena idea de fabricar un vino primigenio, sobre todo los hititas, a quienes les han hallado en algunas tumbas, copas para vino increíblemente adornadas. De ese acontecimiento a nuestro presente, tenemos que recorrer 6 mil años.

Muchos siglos después, el vino en Turquía ha tenido que sobreponerse al “Haram”, designación para lo prohibido en el islam lo que causa un choque cultural, social y financiero. Todo eso porque muchas de las mujeres y hombres que participan en la fabricación del vino en las bodegas no prueban el mismo, pero eso no impide que se hagan extraordinarios ejemplares.

Otra cuestión es que, a pesar de tener uno de los territorios fértiles para la uva, 480 mil hectáreas cultivadas, la quinta superficie vitícola del mundo, representa sólo el .05 % de la producción mundial.

Eso no quita que los vinos turcos sean admirados por los extranjeros que llegan a trabajar en la industria local. No dejan de alabar las uvas endémicas como kalecik karasi, öküzgözü y narince; que crecen, principalmente, en la península del Egeo, Anatolia Central y en pequeñas regiones del sureste del país.

Aun con ello, la exportación de sus etiquetas es limitada, se venden en Bélgica, Alemania, Gran Bretaña y los Estados Unidos, pero en estos últimos años, los mercados de Europa del este están interesándose en estos productos, sobre todo Rusia.

Con todo ello, el vino turco sigue teniendo grandes barreras por su propio gobierno, lo que causa disminución en la venta por los altos impuestos, así como las restricciones en el horario de venta local. Sea como sea, muchos de los productores no cejan en su esfuerzo y siguen explorando las mezclas de sus uvas con las que han llegado de otras latitudes.

También están aprovechando ciertas flexibilidades que se están dando por parte del gobierno, lo que potencializa las zonas que se dedican a esta actividad:

Mármara, al oeste del país, cuenta con la mayor concentración de bodegas de Turquía, y sin embargo no alcanza el 16% de uvas cultivadas para la elaboración de vino. Nos encontramos en la región más “europea” del país, no solo en lo cultural, sino en la variedad de sus suelos y su cálido clima mediterráneo. De las cerca de 150 bodegas del país, más de 100 están ubicadas en Mármara o en la región del Egeo.

Las variedades que aquí se cultivan son, en su mayoría, variedades francesas, pero ya están enfocándose en el potencial de las variedades de vino turco, más porque tienen las tintas locales: Papaskarasi (sacerdote negro), la cual crea vinos tintos coloridos, de alta graduación y acidez moderada. La otra es la Karalahna (cabeza negra), esta produce vinos tintos de color oscuro, con mucho cuerpo y acidez, y a diferencia de la otra, tiene taninos pronunciados, frutos negros y rojos, orientados a un largo envejecimiento.

En la región del Egeo, en el interior de Izmir, se produce más de la mitad del total del vino turco. En esta privilegiada zona, la historia se nos revela en forma de ricos yacimientos arqueológicos y viñedos dedicados a la elaboración de vinos blancos.

Narince (autóctona), esta da vinos blancos y frescos con amplio potencial de envejecimiento. Misket (muscat, pero de tamaño pequeño), al igual que su pariente, tiene excelentes vinos. Sultaniye (sultana), al igual que las otras, produce vinos limpios y frescos.

Dentro la gran Anatolia, que se extiende desde el centro del país hasta la parte situada más al este, junto a Asia; encontramos distintas subregiones, cada una de ellas con un perfil propio:

Así, en los viñedos ubicados a mayor altitud de la Anatolia Central se produce el 14% del vino turco; mientras que en este y sudeste de la región suman apenas un 12% del total. Aquí la producción se articula en pequeñas fincas con apenas unas cuantas filas de vides, nada que ver con las grandes producciones de Mármara o el Egeo.

Destaca en Anatolia Central la nueva zona de viñedos denominada Côtes D’Avanos, ubicada en un paraje inhóspito y volcánico característico de la Capadocia, donde se conocen los secretos de la elaboración del vino desde tiempos de los hititas. De entre el jardín varietal de la región se significan la fresca Emir como uva blanca y la tinta Kalecik Karasi, cuyos vinos recuerdan a las cerezas y es la favorita de los habitantes de la zona.

Por lo que a la Anatolia oriental y suroriental se refiere, los viñedos padecen unos inviernos tan severos que deben protegerse de las temperaturas que suelen orbitar bajo cero. En este contexto, la temporada de crecimiento es considerablemente más corta que en las regiones de clima más suave como Mármara.

A pesar de que nuevas bodegas se están afianzando en estas regiones orientales, el grueso del fruto se transporta al oeste para su vinificación, con el riesgo de padecer los estragos del caluroso verano turco.

Las variedades utilizadas para elaborar los mejores exponentes tintos de la Anatolia oriental son la Oküzgözü y la Bogazkere, más tánica y rústica; y juntos constituyen una mezcla muy popular entre los winelovers turcos.

Todas estas regiones, junto con sus prácticas vinícolas, auguran un gran futuro, con todo y el conservadurismo del gobierno en turno, lo que no los desanima para seguir experimentando con sus uvas propias y las extranjeras; desarrollando la industria que se empalma de gran manera con la actividad turística, la que ha crecido mucho en los últimos años.

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