Guía Sibaris

Reseñas de gastronomía, turismo y eventos

500 años de la primera vuelta al planeta por el Vino.

Categoría: Sibaris Wine Foodie Sibaris Fecha: hace 4 años 13,278

Este año se han conmemorado dos efemérides que tiene mucho de aventura, de sacrificio y, sobre todo, que cambiaron el mundo tal como se conocía en ese momento: los 500 años de la primera vuelta al mundo y los 50 de la llegada del hombre a la Luna. Además, ambas fueron promovidas por una potencia en plena disputa con su rival directo de la época por conseguir el liderazgo mundial: España y Portugal por el dominio de la ruta de las especias, y EEUU y la URSS por quién dominaba el espacio. 

Juan Sebastián Elcano describe su gesta en una carta al rey escrita el 6 de septiembre desde Sanlúcar de Barrameda. Una aventura, cuyo objetivo era encontrar una ruta alternativa a las Molucas (las islas de las Especias), que comenzó en Sevilla el 10 de agosto de 1519 con cinco naves y 243 tripulantes a bordo, y que, tras recorrer 46.300 leguas marinas, terminó el 8 de septiembre de 1522 con la llegada a la capital hispalense de la nao Victoria, cargada de especias, de la que asomaban 18 hombres «flacos como jamás hombres estuvieron” que habían completado la primera vuelta al mundo.

Lógicamente, tamaña empresa requería la aprobación de la corona y la obtención de la financiación necesaria, y para ello se requería de la habilidad necesaria para convencer a quien fuese menester de que iban a encontrar allí lo que decían que estaba allí. Superado este gran escollo, había que planificar todo al detalle para un viaje previsto de dos años: la flota, el número de tripulantes, útiles de navegación, aparejos de pesca, herramientas y material para el mantenimiento de las naves, armas y pólvora, menaje, mercaderías para comerciar, presentes diplomáticos y víveres.

Según consta en el libro de bastimentos que se conserva en el Archivo de Indias, cargaron en los barcos agua, vino (353 barriles y 417 botas de vino de Jerez), bizcocho (un pan doblemente cocido para que dure más tiempo), aceite, vinagre, pescado seco, tocino, habas, garbanzos, lentejas, harina, ajos, queso, miel, almendras, anchoas, pasas y ciruelas pasas, higos, azúcar, mostaza, carne de membrillo -aunque no lo sabían, el único producto con el podían combatir el escorbuto-, arroz y seis vacas vivas (leche fresca y carne). 

Y al frente de estos supermercados flotantes estaba el despensero, el único que tenía la llave de la bodega donde se almacenaba todo el avituallamiento. Era uno de los tripulantes más respetados, ya que era el encargado del cuidado y distribución de los víveres, y, a la vez, uno de los que más riesgo corría, porque debía de tener mucho cuidado con el reparto, sobre todo cuando el hambre y la sed apretaban, y también porque, en caso de motín a bordo, lo  primero que se trataba de conseguir era la llave de la bodega. Con ese preciado tesoro o con el despensero de parte de los amotinados, era más sencillo sumar marineros a la causa.

Aunque es fácil pensar que el hecho de llevar vino fuese una exquisitez, la realidad es que ningún marinero de la época habría embarcado en una expedición que no asegurase  “media azumbre diaria” de vino (un litro), que debían tomar repartidos en “cuatro de cuartillos”, para soportar la dura vida a bordo. De hecho, de haber existido un convenio laboral para los trabajadores del mar, el vino habría sido una de sus primeras exigencias. Además, era mucho más seguro beber vino que agua, que se corrompía fácilmente y, en ocasiones, había que echarle una parte de vinagre para hacerla más digerible.

Tras sufrir todas las penurias habidas y por haber, casi tres años después llegaron a puerto. Cuando el rey se enteró del éxito de la empresa, y mientras esperaban en Sanlúcar la ayuda para remontar la maltrecha Victoria por el río Guadalquivir hasta Sevilla, lo primero que les hizo llegar fueron 12 arrobas de vino. Vaya experiencia culinaria, por decir lo menos, sin ofender a nadie.

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