Guía Sibaris
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Lo genéticamente modificado no es garantía de alimentación
Un tema que no necesita una introducción rebuscada, el asunto del maíz (y de todas las cosechas) en nuestro país es muy grande, histórico y complejo, y más si se tratan del que ha sido genéticamente modificado; tomando la parte ingenua de quienes somos oriundos de ésta nación, pudiéramos pensar que no es necesario traer e importar semillas de esa planta, mucho menos que sean las que son genéticamente modificadas. Es una cuestión de principios y ética, quienes defienden a esas semillas, consideradas súper poderosas, explican que no se ha comprobado que estas plantas puedan afectar la salud de los seres humanos, enfatizan que al tener granos más protegidos, con mayor resistencia a las plagas naturales y por ende, no es necesario utilizar pesticidas contaminantes, debe ser visto más como una ventaja que puede ayudar al medio ambiente y que pueda alimentarse a más personas y en teoría a bajos costos.
Grosso modo, eso es lo que algunos opinan, reforzando sus teorías de que, por lo mismo, que se han hecho bastantes pruebas científicas en estos productos, no debe de haber una preocupación y mucho menos satanizarlo. Refuerzan sus puntos de vista por tener una amplia investigación, hecha por grandes mentes y con el patrocinio de gigantes transnacionales de la alimentación, teniendo flujos de inversión de dinero, garantizando que por recursos no se detengan las pesquicias de los análisis y las pruebas con seres vivos. Pero creemos que desde ahí empieza el meollo de la cuestión, el tener marcas como Monsanto , Bayer, Du Pont, Dow, Syngenta y BASF detrás de todas estas modificaciones, crea una incertidumbre terrible, ya que solo esas seis empresas, controlan un gran porcentaje de las que se han fabricado.
Y en una contradicción, y a la vez, un sarcasmo intencional, una de los motivos para crear estos alimentos modificados, fue el que pudieran evitarse los ya mencionados controles tóxicos, los que ellos mismos fabricaron. No solo es el único punto negativo que pesa sobre estas empresas, hay que tener en cuenta que van más allá de un principio nutritivo, también es tener un control económico sobre los países que consumen y adquieran sus productos industrializados. Al igual que los férreos defensores de estas empresas que no tienen una ética muy probada, hay grupos que también han buscado la asesoría de científicos liberales e independientes, para demostrar que hay un daño orgánico y ecológico de la tierra y de la variedad de semillas y granos existentes del mundo. Desde sus trincheras han demostrado los principales males que pueden ocasionar este tipo de alimentos modificados, como el impedimento de tener una agricultura sostenible, daños a la salud, no solo de los humanos, también de los animales y plantas; prohibir a toda costa que se hagan contratos o patentes de los alimentos, ya que atentan contra los derechos humanos y el fatídico monopolio que está creciendo en manera desmedida, así como la desigualdad en la comercialización de alimentos.
Es por eso que ya hay jueces, en algunos estados de la República, que están entrando en sintonía con estas personas, que se preocupan por no contaminar las tierras con este tipo de modificados genéticamente; ya las voces se empiezan a escuchar en lugares como Yucatán, Oaxaca entre otros. Lo preocupante y triste del asunto es que nos solo las transnacionales y empresas mexicanas que se dedican a la venta de los transgénicos son los que impugnan y protestan ante el poder judicial dela federación, es el mismo gobierno federal, encabezado por esta administración, que también está tratando de evitar esas suspensiones, entrando en juego de corrupción e intimidación, obviamente por los intereses de poder que tienen individual y grupalmente.
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